Macbeth y el cómo ponerse el pie solo


Corría el año de 1606 cuando se representó por vez primera The Tragedy of Macbeth la obra escénica de William Shakespeare. Dicha obra se convertiría en uno de los escritos más controversiales del artista, por su semejanza con el entorno en el que se establecía.




Hoy ha llegado al teatro Milán Macbeth, obra traducida por Alfredo Michel Modenessi (“experto en Shakespeare”), producida por Ana Bracho y Paula Sánchez Navarro, bajo la dirección de Mauricio García Lozano.
Macbeth narra la historia del noble guerrero Macbeth (Juan Manuel Bernal), quien al encontrarse con un grupo de brujas se entera de que muy pronto se convertirá en rey. Cuando la profecía de las brujas se cumple, comienza su travesía en un pasaje de locura y ambición, cosechando muerte, irá y caos, todo incitado, cubierto y aplaudido por su esposa Lady Macbeth (Lisa Owen).
El responsable de introducirnos al mundo de Macbeth será Juan Manuel Bernal, conocido actor mexicano por sus apariciones fílmicas. Bernal cumple de manera ideal con lo requerido por el papel, incluso poco más, su talento actoral queda evidenciado en la puesta y para bien. El público quedará contento con su desempeño y no es para menos, pues cada escena tratada da una muestra de la naturalidad de su actuación. 

Del lado Lady Macbeth encontraremos una de las mejores apariciones de Lisa Owen, una actriz nata, quien entrega el alma en cada desquiciada representación de la muestra. Owen da una clara muestra de espíritu y entendimiento actoral, visualizándose así cómo una mujer enferma de avaricia.
La actuación de estos genios se complementa muy bien a la de los demás talentos; Paula Watson, Diego Jáuregui, Hamlet Ramírez, Raúl Villegas, Miguel Santa Rita, Assira Abbate y Julián Segura.
Uno de los problemas más grandes con Macbeth es la complejidad de su guion. Y es que, aunque cumple con rescatar lo esencial y destacable del ensayo, se vuelve por más de una ocasión en una fórmula de arranque sorprendentemente incomprensible, que podría llevarnos a pensar que nadie se tomó en serio la creación del libreto. El argumento inicia con una propuesta bastante pobre, por más de un momento la trama basa completamente su fuerza en la calidad de los intérpretes, sin embargo, estos no cuentan con herramientas suficientes para sacar este barco a flote. Los juegos de palabras son una completa letanía de diálogos sin fin, donde el único afectado es el acto. Y peor, el espectador.
Macbeth arranca con una de sus peores ideas; la exageración. El primer acto es abrumador, como asistente no logré comprender el rumbo de la obra hasta el momento en que cayó la luz señalando el fin del ciclo. La primera escena es tan buena como corta, con un Juan Manuel Bernal insufrible, listo para ser apedreado por cualquier motivo, ya que para entonces no maneja la idea, ni el cómo ni cuándo de su faceta. Lejos de mostrar a un Macbeth burlón y aventurero, denota a un Bernal nervioso y poco ambiguo.

La segunda escena se vuelve peor, cuando Lady Macbeth y el propio Macbeth, ya en un ambiente relajado y consciente de su interpretación, demuestran que van por el camino de las letras con destino a nunca acabar. Y es que el diálogo aporta muy poco a la trama, la exageración en los tiempos escénicos se vuelve un completo rival para Macbeth, quien peca de soberbio al proclamar un acto diferente. Detrás nos encontramos que la producción apuesta por una escena "a oscuras", donde el agua juega un papel importante (al menos en papel) para la obra. Y es que es cierto, el escenario se encuentra cubierto de agua. La escenificación logra proyectar la imagen de oscuridad que se desea, otorgando al visor un agradable ambiente de juego de sombras y nieblas, sin embargo, esta apoya la idea de pesadez que ya viene jugando con la trama, lanzando otro dardo a la obra, acentuando la falta de argumento y el ritmo lento de la escena. El recurso del agua pasa a un segundo plano, siendo realmente útil en sólo una escena.

A partir de este momento, las actuaciones del elenco en general recuperan fuerza de una manera increíble, sosteniendo el acto por gran parte del tiempo. Lamentablemente, la obra se vuelve sosa y pesada en este lapso, perdiendo el ritmo en prácticamente todo el acto. Macbeth abusa de la sinopsis con el espectador, al llevarlo por un laberinto sin salida y dejándolo en el sedentarismo durante sus ciento veinte minutos de duración. Quizás un intermedio sería una solución para este fallo en Macbeth quien obliga al espectador a reacomodarse en su asiento más de una vez.
Para la segunda mitad de la obra, Macbeth sufre un lavado de cara. Las actuaciones, los escenarios, el ritmo y el guion mejoran por si solos. La obra pasa de ser un terrible festival de errores a ser una puesta en escena lo suficientemente buena cómo para durar más que su corta temporada.
Y es que, del segundo acto hasta el cierre, la intensidad es espléndida. La intriga y el intercambio de emociones entre sus colaboradores crean el escenario perfecto de locura y perdición, llevando al espectador a formular pensamientos inimaginables. El guion parte de la idea verosímil de acortar rumbo a lo indispensable y acelerar el ritmo de la puesta. El ambiente de suspenso por fin llega al punto deseado y crea un clima realmente aterrador, donde los peores villanos ya son los protagonistas y no la producción. Macbeth logra equilibrar la balanza y desafía al público a despreciarla completamente. Es imposible.
Con actuaciones destacables como la de Lisa Owen y Assira Abbate, el ritmo, la fuerza del guion y el camino con más aciertos que tropiezos de la producción, provoca que el sabor después de la muestra sea agridulce, envolviéndote dentro de un esquema de amor-odio con el trabajo entregado. Y aunque quedé completamente fascinado desde la segunda mitad hasta el final, los errores de la primera parte son imperdonables. Desafío al creador de este libreto en especifico a ver su producto, para que experimente el martirio que me hizo sufrir durante sesenta minutos.
Macbeth logra levantarse después del segundo acto, provocando el interés y la intriga deseada, jugando con las emociones del espectador de una manera sencillamente cariñosa y agradable, pero no sin antes provocar el suspiro y bostezo del público. 

La puesta en escena la podrán disfrutar a partir del: Del 24 de noviembre 2017 al 21 de enero 2018
Horario: Viernes 20.45 hrs Sábado 17.30 y 20.00 hrs Domingo 18.00 hrs
Costo: Preferente $450 Mezzanine $350
En el Teatro Milán/Foro Lucerna
Por: Alex Coca

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