El arte de conocer y entender lo diferente: "Estaciones"

Las palabras ofensivas que hace 30 años causaban que un niño o niña adolescente se suicidaran por una forma diferente de comportarse. O bien, que en casa se le obligara a que le gustara un cierto tipo de color o de juguete, también juntarse con cierto tipo de género para reafirmar su "sexualidad" y dejara de ser "jotito" o que no fuera "machorra", hoy en día, no, no ha cambiado en nada, lo que ha cambiado es como una comunidad ha enfrentado las distintas formas de pensar, pero también, se ha identificado como una gran minoría que puede luchar contra esta forma de pensar que los excluye.

Estaciones es un documental con cuatro historias que tienen que ver con la aceptación de uno mismo, el reconocimiento y conocimiento de las razones para tomar la decisión de aceptar como se vive la sexualidad, la vida en pareja y como  se forja la propia personalidad con base a esa decisiones. Las cuatro historias se entrelazan en un sólo tema: el reconocimiento y aceptación de ser quien eres.

En 2005 Ang Lee adaptó al cine la historia corta de Anne Proulx sobre dos hombres que tenían por oficio pastorear ovejas y, desde esa trinchera desarrollaban sus vidas, adoptando el rol que debían desempeñar por el hecho de ser varones. Brokeback mountain significó un rompimiento de estructuras de rol importantes como ser el hombre de la casa, amar a una mujer, vestir botas y sombrero para encajar dentro de una sociedad que no aceptaba lo que Ennis y Jack eran muy en el fondo o mejor dicho, sentían en el fondo.

Brokeback mountain causó revuelo en formas de pensar dentro de la sociedad norteamericana y en general en todo el mundo. Ver a dos hombres amarse, pero no a dos hombres comunes, sino dos vaqueros, era motivo de ataque para algunas estructuras sociales y al establecimiento masculino de inicios del 2000. Probablemente esa misma sociedad que criticó la historia de estos varones amándose, miraba las películas de el manchego Pedro Almodóvar y admiraban la historia como algo lejano, fantástico, como cuando oyes un cuento, pero al no estar aterrizada en su propia realidad y círculo social,  no era cercano y no los amenazaba.

El documental Estaciones de Edgar Salas y Emmanuel Cebreros, quince años después de lo hecho por Ang Lee, aborda una perspectiva mucho más desafiante a las estructuras mentales que optan por rechazar lo diferente, que deciden pensar que no hay matices de colores entre el blanco y el negro, y que por lo tanto se cierran a reconocer sus historias de vida. El documental es valioso no porque represente dignamente a la comunidad que quiere mostrar, sino porque indaga dentro de algunos de esos elementos que la conforman, les pone rostro y voz para que ellos mismos cuenten su propia historia. Estos espejos humanos reflejan la resiliencia, el poder, el dolor y la propia aceptación de ser lo que son a pesar de las criticas, el rechazo y las burlas que han generado alrededor de ellos sus decisiones.

A inicios del 2000 hubiera sido impensable mirar un material de esta naturaleza abiertamente y mucho menos comentarlo con la familia, con los amigos o con los compañeros de trabajo. Aunque aún cuesta trabajo llamar a los temas por su nombre y naturaleza, el tema en este momento se encuentra sobre la mesa para dialogar y entender. Algo que es muy cierto es que esta comunidad ha optado por, a pesar de la resistencia social, hacerse notar, ver y entender y, aunque pudiéramos o no estar de acuerdo con esas formas, gran parte de esto es culpa de una sociedad que no entendía, que no oía, pero lo peor es que no querían tocar el tema por miedo, por rechazo al no querer ser flexibles gracias a esas estructuras mentales forjadas por la tradición, el tiempo y la religión.

Este trabajo documental no está para pedir permiso sobre ser o hacer algo, para comportarse de una cierta manera y mucho menos para ser condescendientes como sociedad hacia un grupo determinado, Estaciones está para conocer las historias que conforman el arcoiris, reconocer los matices y entender la naturaleza del colorido y quizá algún día, a través de esa pared construida de miedo, prejuicio y rechazo, se  abra una ventana de empatía y reconocimiento.